El Debate del Ismo

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Fidel Castro Ruz, luego de llegar a Cuba con su revolución “verde como las palmas”, se demoró casi dos años en oficializar su disciplina marxista-leninista, sin embargo, para cuando lo hizo hasta el gato sabía que lo era.


Ya al año se comenzó a ver la tendencia roja que intentaría teñir de comunismo a las verdes palmas solitarias y el corazón de cada cubano, lo que dio paso en la isla a lo que ahora yo me he empeñado en llamar “El Debate del Ismo”.

Salió por ahí cualquier cantidad de intelectuales e intelectualoides, periodistas y “peridiostoides”, analistas y “analistoides” y los pocos políticos vivos y libres que quedaban para entablar un debate nacional sobre el “ismo”. Uno de ellos, Miguel Ángel Quevedo – editor de la revista Bohemia – terminó volándose la tapa de los sesos en su exilio de la ciudad de Caracas, avergonzado por su participación en la creación del monstruo y, sobre todo, por su ya final actitud pasiva cuando sabía hacia dónde se dirigía Cuba con todos los cubanos encima de ella.

En esa versión editada, aumentada y corregida de aquella discusión bizantina de la Edad Media, el tema a discutir era si Castro lo que instalaría en Cuba sería un comunISMO, un socialISMO... o un nacionalISMO. Era evidente que estábamos a punto de salir del capitalISMO.

Mientras este “Debate del Ismo” se llevaba a cabo en Cuba, Castro trabajaba arduamente para controlar todos los resortes del poder y anular cualquier posibilidad de revuelta interna. Cuando se sintió seguro nos tiró el “tubazo” que ya todos esperábamos: ¡Sería COMUNISMO!

Hoy en Venezuela se reedita la misma discusión. ¿Habrá referendo revocatorio? Todos sabemos que NO LO HABRÁ pero por la misma “extraña” razón que imperó en Cuba, nos estamos “auto-guaraleando” sabrá-Dios con qué fin.

Siempre me he preguntado qué hubiera sido de mi Cuba... de mi casa en Cienfuegos, de mis amigos y de los huesos de mis muertos si los cubanos nos hubiéramos dejado de debates estériles sobre lo que ya todos sabíamos y hubiéramos salido a las calles a que Dios nos acompañara en la lucha por reconquistar la patria que sabíamos perderíamos indefectiblemente.

Hoy me hago la misma pregunta. ¿Dejaremos que nos arrebaten esta tierra noble, ancha y hermosa que tiene nombre matriarcal? ¿Tendremos que coger el derrotero del exilio, la prisión, la muerte o la vida mirando al piso por no reaccionar a tiempo ante un mal que todos hemos diagnosticado sin lugar a duda?

Los pueblos – por desgracia – tienden a repetir la historia.

Caracas, 17 de abril de 2003